jueves, 20 de junio de 2013

CENICIENTOS BAJO LA NIEVE

La nieve cayendo mansa
obstaculiza los pasos,
y el campo nevado amansa
claridad de los ocasos.

Reina un silencio absoluto
en las peladas higueras,
y allá lejos el tributo
a las verdes sementeras.

Los olivos inmortales
lucen hojas blanquiverde
en los días invernales,
huérfanos del campo verde.

Las viñas sin los sarmientos
comparecen desoladas,
¡oh, campos de Cenicientos!
con tus luchas soterradas.

La majestad de la Peña
siempre arriba omnipresente,
nuestra voluntad se empeña
que es futuro y es presente.

Surcan el cielo los humos
de las negras chimeneas
en amaneceres brumos
de nieve en las azoteas.

Por las calles silenciosas,
en las que nadie transita,
pasan horas vagarosas
en una paz infinita.

El día va despertando,
aclarando la mañana
y la familia almorzando
ve la nieve en su ventana.

Hoy no tenemos escuela
ante la nieve caída,
muchachos de la Plazuela:
vamos a dar la batida.

Preparamos las ballestas,
guardadas en los cajones,
como banderas enhiestas
mezcladas con azadones.

De nieve vuelan las pellas
entre alegres risotadas,
en las incruentas querellas
de los días de nevadas.

Coruchos en las esquinas
escrutan el tarameo,
es riqueza, no son ruinas,
la nieve en el laboreo.

Los pastores con ramones
a las espaldas cargados,
van arrastrando faldones
a los establos cerrados.

Reina quietud en las cuadras
y están las bestias rumiando,
perro aburrido que ladras
mientras te estás espulgando.

Tañe fuerte la campana
que habita en el campanario,
en la gélida mañana
convocando al vecindario.

En la lumbre, los pucheros
aventando sus aromas
y se reparan aperos
y también se gastan bromas.

Nieve y día de pajeras
siempre van emparejados,
y gatos en las gateras
vigilando los doblados.

Se cuentan muchas historias
de los hechos del pasado,
y se evocan las memorias
de algún que otro antepasado.

Están llenas las tabernas
y las barajas danzando,
huyendo de las galernas
que el nevazo está azotando.

Y cuando llega la tarde
y un cielo vago despunta,
la cara y el pie nos arde
y despereza la yunta.

La nieve se ha retirado
con las palas de las puertas,
y un barro negro alfombrado
calles de nuevo desiertas.

La noche ya se ha cernido
y calmos están los vientos,
los coruchos en su nido
duermen en su Cenicientos.